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martes, 7 de enero de 2014

Monica Spear, la reina perdida de Venezuela


Hoy no hay sonrisa en la tierra de gracia; hoy el silencio sentencio que el averno inauguró una sucursal en la tierra bendecida por dios, quizás por blasfemia o por ironía. Hoy treinta millones de personas lloraron en lúgubre silencio por su reina perdida; mientras que el mundo entero presenciaba asombrado pero al mismo tiempo decidió enmudecer el  triste desenlace. 
Muchos lloraron, preguntándose ¿por qué?, mientras otros suplicaban un ¡Basta ya!, que parece repetirse todos los días y pareciera que no es escuchado por alguna deidad, (cualquiera que sea de su preferencia), y es que ya se nos acabaron las religiones, los santos, arcángeles y pronombres del señor gastados en oraciones que solo buscan la paz para un pueblo.


 Hoy las playas no son de arenas blancas, y la brisa marina susurra su nombre como un eco melancólico que la despide; Hoy no hay ejercito, policías, ni guardias nacionales; solo espectadores de esta negra historia que enluta a una nación, hoy no hay protectores; solo cómplices mudos de una sensación que apaga las más brillantes y prosperas luces de esta tierra, mientras que el remordimiento sigue quedándole corto a tanto político, a tanto falso protector del pueblo y a tanto pseudo humano que va por las calles en busca de lagrimas, sangre y luto.



Hoy no hay historia feliz, solo una mancha roja en el alma de cada Venezolano. Hoy recordamos una corona sin reina, mientras que en la televisión nacional nos muestran que todos los pobres, todos los humildes, sonríen y son felices, al mismo tiempo que sostienen la corona perdida. 

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