Caminaba tambaleando de una
acera a otra, había estado tomando con
unos compañeros de trabajo y sin saber cómo, termino en un lejano barrio muy
humilde, se desplazaba como esquivando las piedras, en un constante zigzag.
Llego a una esquina y todos los caminos que pudo observar eran iguales, casas
de estructuras precarias, miseria, pobreza, llantos de niños en el interior de
las casas; entonces decidió que lo mejor era regresar por donde vino, para hallar
otro camino que lo sacara de ese lugar, retorno su torpe andar ante las miradas
de las personas ocultas en la oscuridad de sus casas, observaban incrédulas al
borracho anestesiado de la realidad y que desconocía el peligro de esas calles.
Llego nuevamente a otra esquina y
el paisaje era similar al de la esquina anterior, avanzo por uno de esos
caminos oscuros trastabillando en busca de una salida, pero sus fuerzas lo
abandonaron y se desplomo cerca de un terreno baldío.
Se despertó al día siguiente y lo
primero que se percato fue de que carecía de sus efectos personales, no tenia
su camisa, ni sus zapatos, su reloj, anillo de matrimonio, y obviamente su
billetera tampoco estaba, apenas tuvieron la bondad de dejarle sus pantalones
de trabajo.
Las personas lo observaron desde
la distancia pensando que estaba muerto, y se asombraron cuando él despertó;
desesperado al ver que lo habían robado y ya sin la anestesia del alcohol, pero
si con su resaca, emprendió nuevamente su andar hacia su hogar, camino entre
las risas de los niños barrigones llenos de parásitos, por esas calles de
tierra entre tantas casas fabricadas con latas y cartón.
Camino por largo rato ese
laberinto de miseria, solo quería llegar a su casa junto a su familia; trato de
pedir ayuda a las personas que se encontraba por esas calles, pero todas se
apartaban temerosas de aquel indigente, nadie le brindo ayuda en ese súper
poblado barrio, donde reinaba el temor. Entonces se sentó en una acera para
descansar un instante, pero agotado se quedo dormido nuevamente.
Al abrir los ojos, vio muy de
cerca a otro indigente, rápido le ofreció un trago de alcohol de caña, el primer
reflejo del hombre extraviado, fue rechazar el licor, pero el indigente comento
-
Cuando llegue la noche vas a agradecer el trago
que te ofrezco.
Entonces el hombre perdido se
percato de que oscurecía, ya la tarde moría, había dormido todo el día en la
acera, el frio comenzó a sentirse y no tuvo más opción que aceptar el trago que
aun era ofrecido por aquel extraño personaje.
- - ¿Sabe cómo puedo salir de este barrio?, ¿puede
decirme como llego al centro de la ciudad? – comento luego de ingerir el licor
- - Llevo tantos años en estas calles, que las
conozco muy bien, - respondió el indigente
- - ¡¿Entonces puede sacarme de aquí?!
- - Si pero mañana por la mañana, a esta hora estas
calles se llenan de sangre y muerte.
El hombre perdido se sintió alegre
con saber que por la mañana retornaría a su hogar, pronto abrazaría a su
familia y todo esto sería una terrible pesadilla; preparaba en su mente como le
explicaría a su esposa lo sucedido y abrazaría a su hijo de apenas unos meses
de edad, todo esto, mientras su nuevo
compañero no dejaba de hablar de casi todo.
Al cabo de un rato, otros tres
indigentes se acercaron a ellos y juntos compartieron el licor que cada uno traía
consigo; hasta que derrumbados el silencio se hizo presente.
Antes de que todos se durmieran, escucho
un comentario que le hacia uno de los vagabundo a otro
-
¡este, ya es uno de nosotros!
Por la mañana se despertó y
estaba solo nuevamente, en vano trato de encontrar la salida por su propia
cuenta, y nuevamente al llegar la noche se volvió a topar con los mendigos de
la noche anterior, volvió saborear la esperanza de que al día siguiente saldría
de aquel lugar, mientras se perdía entre alcohol y conversaciones irracionales.
Esa fue su rutina por largos
años, hasta que la esperanza desapareció.
Una tarde en que solo seguía sus pasos, encontró la salida de aquel lugar, deambulo
por el centro de la ciudad y para su sorpresa se encontró con su esposa, ésta
iba junto con su hijo ya mucho más grande; sonrió entre lágrimas de felicidad. Su
esposa al verlo se paralizo, resguardo a su hijo detrás de ella y con temor,
pasó al lado del hombre perdido, que ni siquiera tuvo el valor de mencionar
palabra alguna, solo la vio apartarse a veloz paso, mientras que él se quedaba
con los brazos abiertos y sus lagrimas cambiaron a de tristeza.
En ese instante comprendió que
era uno de ellos; regresó a esas calles de tierra, de miseria junto a los
mismos indigentes que por años se abstuvieron de ayudarlo.
“Para algunas personas es más fácil
evitar a quien está perdido, algunas veces cambiamos tanto, que ni nuestros
seres queridos nos reconocen. Y para otros su mayor satisfacción es que estés
tan perdido como ellos, estos últimos no quieren que encuentres la salida”
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