¡Ibas tan callada!, ¡tan distante!, que mis palabras no te
llegaban. Volteaste a mirarme, sin entender porque tendría que esperar
una repuesta tuya.
Comprendí lo que dolorosamente vendría cuando tus labios se
separaran; probaste un liguero movimiento intentando iniciar una oración, pero
fue en vano.
Sé que buscabas las palabras más sutiles para desmembrar lo
que quedaba entre tú y yo. Llevaste tus ligeros dedos a los labios, reteniendo
lo inevitable.
Un frío aire nos recorrió, metí mis manos en los bolsillos
del saco y dándote la espalda dispuse mi partida.
-
¡Te amo! – Vociferaste
Pero no te escuche…