Cuando se empezaron asomar las
primeras estrellas que anunciaban el final de la tarde y estando ellos
completamente solos, luego de un largo día; ahí se encontraban tomados de las
manos, mirándose fijamente a los ojos, muy jóvenes aun para entender lo
sencillo que es el amor en las complicadas emociones de dos adolescentes, dos
adolescentes que jugaban a amarse, aunque quizás uno pretendía amar más que el
otro a pesar de no saberlo, y el otro se figuraba un amor inexistente.
Así fue como ella muy despacio soltó
sus manos. Él observo por un instante como desaparecía la sensación de sus
caricias y el calor que se disipaba con los segundos, entonces levanto la
mirada, la vio directamente a los ojos, mientras ella movía su cabeza
negativamente y dijo muy levemente – ¡no puedo! –. Él sabía muy bien el
significado de sus palabras, ya que habían estado muy callados durante todo el día,
cada gesto en ella parecía pronosticarle este desenlace al finalizar la tarde. –
¿que no puedes? – respondió mientras que una de sus manos se apoderaba de la
mejilla izquierda de ella; quería dirigir su rostro de forma tal que ella
volviera a mirarlo directamente a los ojos, ya que hace unos segundo había agachado
la mirada. – ¡no puedo! – Simplemente volvió a decir con una voz suave; - ya
veo – logro murmurar él con una voz entre cortada, al tiempo que ella volvió agachar
la mirada mientras intentaba retirarse del lugar. Él tomo una de sus manos en
un intento por detenerla y complementó diciéndole – te amo, quizás baste por
los dos - en los labios de ella se
dibujo un intento de sonrisa que solo pudo mantener escasos segundos; hábilmente
soltó su mano mientras que volvió a mover su cabeza en forma negativa.
El permaneció inmóvil mientras
que ella se alejo desapareciendo en la distancia.
Un tarde ya casi al finalizar y
ya pasados muchos años, ella se encontraba en un autobús, miraba por la ventana
y de repente lo vio caminando, su corazón palpito como no había palpitado en
años, un leve calor recorrió cada centímetro de su blanca piel, una sonrisa se apodero
de sus labios al mismo tiempo que sus manos se posaban en el vidrio de la
ventana; él por su parte camino sin advertir la mirada emocionada que lo
observaba desde cerca; entonces ella tomo firmemente su cartera, se levanto y permaneció
quieta, escucho una voz que le decía – ¿se va a bajar señorita? – era un señor
mayor que se había movido para cederle espacio y ella pudiera salir de su
asiento, ella miro al señor, luego bajo la mirada y mientras se volvía a sentar
le dijo – no, yo era la que me figuraba no amarlo sin saberlo – el señor que se
encontraba a su lado no entendió nada de lo dicho por ella, entonces volvió a
dirigir su mirada hacia el frente, mientras ella seguía observando por la ventana
con su cabeza apoyada en esta y él se alejaba al finalizar el día.